Cuando nos encaminamos hacia los cinco años de guerra en Iraq y siete en Afganistán, es justo y adecuado hacer una defensa de las tropas norteamericanas desplazadas a los teatros de operaciones. En este tiempo, los soldados han realizado el mejor trabajo posible en condiciones muy difíciles y de enorme riesgo para sus vidas. Un trabajo, jalonado de éxitos, que honra a los EE.UU. Como lo hacen las vidas sacrificadas generosamente en ambos países en aras de la libertad y la seguridad.
El esfuerzo y el heroísmo de tantos hombres y mujeres de uniforme no pueden ni deben ser olvidados jamás. Las tropas han dignificado y encarnado el liderazgo de los EE.UU mejor que nadie, contribuyendo con esfuerzo y vidas al propósito de combatir sin descanso a Al Qaeda y estabilizar en democracia a la antigua Mesopotamia.
Es preciso decir alto y claro que las tropas norteamericanas desplegadas en Iraq y Afganistán, así como las Fuerzas Especiales destacadas en otros puntos calientes del mundo, como el Sehel, el Sáhara, Filipinas, Colombia, Somalia, y Corea del Sur, entre otros, están cumpliendo con brillantez el trabajo más difícil. EE.UU se siente orgulloso de estas tropas. Los críticos de la guerra de Iraq, una parte de la Prensa, y los políticos que claman contra su retirada, con ignorancia manifiesta de lo que sucede en el frente de batalla y lo que todo Occidente se juega, amén de manipular con todo el descaro del mundo, deberían tomar ejemplo del compromiso inquebrantable y la lealtad de unas tropas que están luchando por la libertad de todos y dando la cara frente a terroristas verdaderamente sanguinarios.
Con los aniversarios del inicio de la guerra contra el terrorismo islamista en el horizonte, es posible afirmar que las tropas norteamericanas están cumpliendo su misión de estabilizar Iraq y Afganistán, combatiendo con eficacia y derrotando a las fuerzas enemigas.
Los éxitos militares en ambos países, que se han visto incrementados desde la implementación de la nueva política marcada por el presidente George W. Bush desde principios de 2007, con el aumento de tropas sobre el terreno, y una nueva estrategia militar impulsada por el general David Petraeus, debe ser el punto de inflexión para aceptar la victoria sobre el terreno por parte de los críticos derrotistas y apaciguadores de los islamistas radicales.
Un punto de inflexión para completar la guerra contra el terrorismo y quebrar su voluntad de atacar EE.UU y el mundo libre de una vez por siempre. Para eso necesitamos que las tropas norteamericanas sigan haciendo su trabajo en Iraq y Afganistán, sin el oportunismo político ni el entreguismo de quienes prefieren humillarse ante los islamistas radicales o darles un balón de oxígeno. La estabilización de ambos países son esenciales y requieren el compromiso firme de los EE.UU, tal y como ha sido el caso hasta ahora. Un compromiso que recaerá con fuerza en el futuro Presidente de los EE.UU.
Asumiendo los errores y los éxitos, debemos apoyar más que nunca a quienes verdaderamente defienden la libertad en el campo de batalla contra los terroristas: las tropas norteamericanas. La primera y última línea de defensa en esta guerra contra el terrorismo. También las tropas mejor preparadas, entrenadas, y con el mayor porcentaje de licenciados universitarios. También las que cuentan entre sus filas con más de 40.000 inmigrantes sirviendo, la mayoría residentes permanentes en EE.UU, y más de 26.000 de ellos ciudadanos norteamericanos gracias a la Ley Federal, que facilita su naturalización de forma acelerada. Lo que habla del papel, ya histórico, de las Fuerzas Armadas para asimilar a los inmigrantes como ciudadanos norteamericanos de pleno derecho.
Hoy más que nunca, es oportuno recordar estas palabras: “Si no permanece detrás de nuestras tropas (apoyándolas), siéntase libre de permanecer delante de ellas (combatiendo)”.
Es su decisión.
Aquí puede ver algunos vídeos que rinden tributo a las tropas norteamericanas:
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